jueves, 2 de agosto de 2012


Cogió el frasco de perfume y tras abrirlo, acarició con las yemas de sus dedos la pequeña abertura redonda. Recogió unas gotas y con suavidad se tocó la base del cuello, a un lado y a otro.
Cerró el frasco y lo volvió a poner en la estantería.

Se miró en el espejo. Se gustó. Algo sofisticada y algo informal. Perfecta.

Estaba a un punto de despedirse de sí misma mandándose un besito cuando algo raro le llamó la atención. Reflejado en el espejo se veía un brillo, un destello tras de ella. Se volvió y no vió nada en la pared.

Volvió a mirar en el espejo el destello, que poco a poco se iba haciendo más grande y más luminoso.
Toco la superficie del cristal por si era un picado o una mancha. Para nada.
Hizo sombra con su mano, tapando la luz de la bombilla.
El destello seguía creciendo, poco a poco.

Se volvió otra vez para ver una pared de azulejos azules con dibujos marinos, sin ninguna alteración.

Miró de nuevo la extraña luz, y apagó la bombilla pulsando el interruptor.

El reflejo creció y creció, hasta ocupar casi la mitad de la superficie del espejo. En su interior se pudo ver una imagen, como de un cuadro, flanqueada por un borde irisdicente.

En el centro de la luz pudo ver un camino de piedra que atravesaba una campiña de colores anormales y fluctuantes. Pudo ver que en la hierba de colores añiles había como pisadas de seres desconocidos e imposibles. Pudo percibir un olor dulzón, que le despertó un terror infantil y olvidado. Oyó sonidos agudos y estridentes, que le impulsaban a correr sin detenerse. Percibió como un batir de alas gigantescas justo sobre su cabeza.

No volvió a encender la luz. Ni nadie volvió a saber de ella jamás.

© Lucio González Martínez.
Albacete, a 2 de agosto de 2012.

1 comentario:

  1. ey como mola!!!! este relato tiene continuacion...si...porfa....?? xD

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